Hagamos un ejercicio:
Imaginen un pueblo en ruinas. El olor a pólvora, sangre y muerte se puede percibir, vaya, ni tan siquiera a metros, a kilómetros de distancia. Las mujeres caminan por las calles con la mirada perdida, como una caricatura tétrica de una realidad que quiebra hasta el más fuerte. Los jóvenes se han perdido. Los impactos de bala puede verse en cada casa, en cada esquina, en cada rincón. Detonaciones. Una explosión. Hombres corren a resguarecerse de las detonaciones que comienzan sin aviso, sin recelo, sin conciencia. Un silencio. Muerte. Destrucción.
Probablemente, si usted llego hasta este punto, lo primero que viene a la su mente es una escena parecida al holocausto de la Segunda Guerra Mundial, o la narración de una escena del Beirut de los 80´s. Una escena sombría, que hasta hace unos años era solamente propia de los noticieros internacionales. Bagdad, Siria, Egipto, Iran, Irak siempre eran motivo para recordar el dolor y la desesperación que la guerra puede traer consigo, sin embargo, nuestra realidad, desde hace muchos años es otra.
Lo que leyó usted en el primer párrafo es lo narrado por el periodista Diego Enrique Osorno, en su reportaje, “El manantial masacrado” (Vice, 2014), y ¿sabe donde ocurrió este Dantesco y estresante evento?…¡Aquí en México!… En nuestro México lindo y querido, donde se vive una zona de guerra; donde allá,muy lejos de nuestro entendimiento, existen estados de sitio más críticos que el mismo medio oriente.
El Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS por sus siglas en ingles) es la nueva tendencia en el internet. Muchos lo identifican con el nombre de una mujer. Otros más lo identifican con siglas que nunca pensaron tener en mente. Y muchos más, se dieron cuenta de la real amenaza que ese nombre cierne sobre el mundo. Su brutalidad, sus ideales, y sus objetivos la convierten en esa nueva piedra en el zapato de una zona de por sí conflictiva. En el mes de agosto, su brutalidad se vio evidente al filmar la decapitación de uno de sus rehenes. James Foley fue la víctima de la barbarie, víctima del infortunio, víctima, paradójicamente, de sus ideales.
En México, la situación no es tan alejada de esa realidad. En nuestro país la concertación de la barbarie cada día es más gráfica, a cada minuto se convierte en más legal y nos deja sorprendidos más allá de las alejadas y aisladas “notas rojas” del país que lentamente se convierten en los titulares de cada periódico, digital o impreso, de cada página, de cada noticiero. En el estado de Guerrero, un cuerpo aparece desollado del rostro, con los ojos fuera de su órbita y maniatado de pies y manos, eso obviamente secundado por la recurrente dosis de terror que conlleva los balazos (por qué el termino balacera aplica cuando son de ida y vuelta) hacía el camión de un equipo de fútbol de tercera división que al parecer se convirtió en una amenaza. En Iguala, un comando armado asesina a 6 personas y desaparece 56 más; si leyó usted bien, ¡56 personas desaparecidas!, y nadie sabe nada, y nadie escuchó nada.
En nuestro país, para todos es conocida la expresión de “La Carabina de Ambrosio”, haciendo alusión al popular programa de los 70´s. Sin embargo, el término refiere más allá de la realidad televisiva. En España, un vil ladrón llamado Ambrosio “asaltaba” a los transeúntes de la región con una carabina descompuesta, los conocidos obviamente hacían caso omiso al caco, pero otros más se iban con la finta y daban sus posesiones a Ambrosio que no tomaba más de lo que necesitaba. Ya sea para una o para otra acción, la carabina de Ambrosio en nuestro país significa algo que no existe, algo que es una mentira, y así como Ambrosio, en ocasiones, alcanza las mentes más débiles que lo ven como una realidad y que desafortunadamente pueden hacerla tangible.
ISIS y nuestro país comparten una realidad: El terror. Los mexicanos ya parecemos acostumbrados a una violencia extrema que lentamente sigue carcomiéndonos y llevándonos a un limbo de extraños sentimientos. La decapitación de Foley es pecata minuta para un país que puede amanecer con cabezas empaladas frente a una institución de gobierno, o cuerpos colgando tétricamente de puentes y edificios; nos hemos vuelto inmunes, nos hemos convertido en parte del terror.
En este entorno, en este marco subversivo de sangre y barbarie aparece Enrique Peña Nieto con una declaración que para todos se convirtió en un eslabón más de la enorme cadena de infortunios de nuestro presidente.
La anexión de México a la coalición de “Cascos Azules” encargados de llevar la paz al medio oriente pareció tan jocosa como preocupante. La segunda víctima de ISIS fue un ciudadano francés que fue decapitado solamente por la participación de su país en los procesos de paz…¡si leyó usted bien!…¡solo por participar!, y es que lo jocoso de esta situación radica en la firme pero estúpida idea de un jefe de estado que pretende “curarse en salud” colocando “paz” al otro lado del charco mientras que a unos pasos de Los Pinos aparece un cuerpo decapitado en un automóvil producto de las guerras entre grupos rivales de trasiego de droga.
Al parece la lógica (espero) de nuestro presidente es actuar correctamente (políticamente hablando), pues, hay que echarle montón junto y apoyando al que puede en algún momento (espero que si) poner orden también en tu país y como siempre, agachar la cabeza y decir ante el mundo: ¡No puedo!, en uno de los ridiculos a los cuales la política mexicana parece acostumbrarse.
México es una zona de guerra desde hace más de doce años, una guerra que lentamente se mueve y llega cada día a poblados más “urbanos” como en Guerrero, como en Veracruz, como en Chiapas, como en todo el país; una guerra que nosotros vivimos. Una guerra que todos luchamos. Una guerra que al parecer no existe para nuestro presidente.
La participación de México a “luchar” contra ISIS llama la atención a propios y extraños que pueden ver a nuestro país (si se lo propusieran) como una vía segura para llegar al vecino del norte, o bien, provocar mayor caos en una país que no lo necesita, que ya esta harto, por que otra cosa que comparte ISIS con nuestra delincuencia organizada es que desafortunadamente ninguno se tienta el corazón para eliminar poblaciones enteras y que probablemente, de la mano, puedan ser (en un destino oscuro) una alianza tétrica y dantesca.
Nadie duda de nuestras fuerzas armadas y su valentía, ¡claro que no!… dudamos de cómo un presidente, como Ambrosio, decide amenazar (políticamente hablando) a un país con poner orden, cuando en el suyo no lo hay.
Así como tuvo ese valor de decir: “México apoyará a las labores de paz”, debió tener el valor para decir: “México necesita tener paz, ayúdennos”
Como Ambrosio, Enrique Peña Nieto amenaza con una carabina echada a perder. Como Ambrosio, nuestro país de nuevo se encuentra pidiendo solamente lo necesario para subsistir. Y como Ambrosio, nosotros, el pueblo, el que verdaderamente sufre está guerra; no le creemos nada.
¡Dios nos proteja a todos!
Hasta la próxima.


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