– ¿Dónde están los muchachos? – escuchó la mujer en el departamento de junto
– ¡Afuera! – grita la madre
De pronto, unas botas suben las escaleras; unos pasos acelerados corren delante de ellas.
– ¡Mamá!…¡Abre! – grita Juan – ¡Abre por favor!
La mujer había reconocido la voz de uno de sus vecinos que golpeaba la puerta de forma desesperada.
– ¡Aquí estás hijo de la chingada! – se escucha una voz desconocida
La madre sale gritando para proteger a su vástago. Una detonación. La botas entran a la casa y se escuchan dos detonaciones más. La mujer escucha atenta, se persigna y retrocede lentamente a su recamara. Las botas están en su puerta. El tétrico sonido que despidió esa puerta, ese 2 de octubre, fue lo último que escucho.
Fragmento: Andazas de Tlatelolco
El país se vistió de un luto completamente desconcertante. Cientos de estudiantes, profesores y demás personas afines a una lucha murieron o desaparecierón en una de las campañas más grises y sombrías de la historia moderna de nuestro país. Hasta la fecha, lo que sucedió en ese día sigue siendo un cúmulo de teorías y afirmaciones que no encuentran eco en ninguna administración.
México se vistió de rojo, se apesto a muerte y durmió de luto



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