¿Cuántos de ustedes pueden visualizar mentalmente una imagen de las llamadas«Adelitas» o «Soldaderas»? Aquellas mujeres que ocuparon un papel muy importante como cocineras, enfermeras, combatientes y oficiales al mando, durante la Revolución Mexicana; un conflicto militar -además de un proceso político muy complejo- que duró de 1910 hasta 1920. A través de éste se buscaba –entre otras cosas- concluir el largo régimen de gobierno del General Porfirio Díaz (que había durado 35 años en el poder); así como resolver una pugna entre clases sociales y élites políticas insaciables (pugna que persiste hasta nuestros días con las más diversas connotaciones y tonalidades).

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Si aún no tienen una imagen mental clara de las revolucionarias «Adelitas», lo más probable es que sí hayan oído hablar de otra mujer mexicana muy revolucionaria, la pintora Frida Kahlo. A pesar de la fascinación que su mítica figura ha generado, es necesario recordar que Frida tuvo una vida particularmente caracterizada por el dolor, tanto físico como emocional. Sus lesiones corporales, junto con una relación muy tormentosa con su marido, el pintor Diego Rivera (destacado representante del Muralismo), hicieron de la vida de Frida una representación emblemática de un amor maldito pero fiel y auténtico como pocos. Sin embargo, lo que es más importante es la manera en la que Frida revolucionó el mundo del arte y la sexualidad femenina. A través de sus pinturas fue capaz de superar cualquier tipo de fronteras, tanto geográficas como aquéllas del alma; siendo capaz de expresar los sentimientos más profundos y más dolorosos que casi todas las mujeres han experimentado a lo largo de la historia en las formas más diversas. Así tambien, y aún cuando muy probablemente no era su principal objetivo, Frida fue capaz de cautivar a varios artistas y personalidades políticas de la época, así como de conquistar audiencias importantes (Ciudad de México y París antes de su muerte, y posteriormente el mundo entero); convirtiéndose no sólo en una de las más grandes artistas de México, sino también en un ícono mundial del movimiento feminista.

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Hablando de mujeres revolucionarias, la otra cara de la moneda es la violencia contra las mujeres. México (como cualquier otro país del mundo, y de América Latina particularmente) es un mosaico social y cultural muy rico y complejo, plagado a su vez de desencuentros y contradicciones. Y de la misma manera que ha sido cuna de algunas de las mujeres más activas y revolucionarias de la historia del continente, ha engendrado también uno de los peores índices de violencia (en sus más diversas manifestaciones) contra las mujeres; violencia que en muchos casos resulta en la ejecución de delitos de feminicidio.

Dichos actos de violencia representan expresiones concretas de varios problemas socioeconómicos estructurales que van de la pobreza extrema y la falta de educación y oportunidades para millones de personas, a la persistencia de un sistema judicial ineficiente y corrupto, entre otros problemas igualmente graves. Dichos actos violentos son también (y quizá más importantemente) expresiones de una arraigada cultura de represión y dominación masculinas, coloquialmente conocida como «machismo» o «cultura machista».

Esta ola de violencia se ha prolongado durante décadas e incluso se ha intensificado en los últimos años. La estadística es aterradora: seis mujeres mexicanas son asesinadas diariamente; y alrededor de 3,900 mujeres mexicanas fueron asesinadas únicamente entre 2011 y 2013. Estas cifras no incluyen a todas aquellas mujeres que han simplemente «desaparecido», o que han sido “únicamente” golpeadas o violadas. Para entender la verdadera magnitud de este fenómeno social es necesario saber que –de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas– México, lamentablemente, ocupa la 16ª posición en la lista de países con mayor número de feminicidios en el mundo.

A este punto de la lectura quizá se puedan preguntar ¿cuál es la relación entre las mujeres revolucionarias mexicanas de las cuales se habló al inicio, y la situación actual de violencia que ha sido apenas brevemente descrita? Pues bien, la relación es que los objetivos más importantes que las mujeres de hace muchos años se propusieron lograr, es decir, mejorar las condiciones de vida de las mujeres mexicanas y lograr el reconocimiento de sus derechos humanos, no han sido aún enteramente cumplidos, pero sí se encuentran más latentes que nunca.

Y es por eso que hoy en día no se puede hablar solo de mujeres revolucionarias famosas o icónicas, sino también de mujeres “ordinarias”, que trabajan día a día desde su trinchera en lo que es un gradual proceso de empoderamiento femenino, que tiene como objetivo inmediato (más no único) el enfrentarse abiertamente a la violencia y al «machismo» de una manera significativa, diciendo ya #Basta y #NoTeCalles.

Un claro ejemplo de este creciente movimiento de acción colectiva fue una manifestación masiva de mujeres mexicanas en contra de la violencia y el acoso sexual, la cual tuvo lugar el pasado 24 de abril (#24A), y reunió a miles de mujeres en la Ciudad de México y aún muchas más en otras 40 ciudades a lo largo de 27 estados de la República. Con el lema (y el hashtag en redes sociales) “#VivasNosQueremos» las mujeres defendieron su derecho inalienable a tener una vida libre de violencia, un lugar seguro para vivir en el que puedan soñar y progresar en todos los ámbitos de vida.

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Así, a través del movimiento social que ha sido bautizado como«Primavera Violeta», otras organizaciones, compuestas por artistas, escritoras, profesoras, estudiantes, empleadas, amas de casa, madres de familia, hijas, etc., se han unido y han extendido el movimiento a todo el país, traspasando incluso las fronteras nacionales.

México, con un contexto social, económico y político muy complejo, es uno de los territorios más difíciles para que las mujeres puedan nacer, crecer y sobre todo vivir tranquilamente. Sin embargo, esas mismas condiciones adversas han contribuido a fortalecer el espíritu femenino que también reside dentro del país. Un espíritu femenino guerrero que ha estado presente durante muchos siglos, que se ha transmutado, fortalecido y extendido, hasta convertirse en lo que es hoy en día, una fuerza crecientemente vigorosa y determinada que ya no podrá ser detenida.

Sin duda alguna, en las mujeres mexicanas está la REVOLUCIÓN.

Author: Ph.D. en Sociología. Claudia Zilli Ramírez.

Mexicana de nacimiento. Ciudadana del mundo por convicción.

 

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