CONADE, Corruptus in extremis
Por Edel López Olán
Misael Rodríguez aseguró una medalla para México. La ilusión de un país y de todo atleta se ve materializada por un joven que boteo en camiones y banquetas para llegar a campeonatos mundiales y así conseguir su boleto para Río 2016. Si, las manos cansadas de golpear al rival, ahora descansan por el objetivo cumplido de la medalla en una vitrina y un corazón que palpita a la par de un país tan interesante como olvidadizo.
La corrupción y la falta de apoyo a los atletas en México no es algo nuevo. La vida de los dirigentes gira alrededor de excusas huecas que no solo atentan contra el infortunio de los atletas, sino contra todos los que depositamos la fe de los recursos públicos en cualquier funcionario, donde, la improvisación (como todo en esta administración) se volvió un estigma de proporciones mayores. Faltas en logística tan estúpidas como comprar uniformes y no registrar las marcas de acuerdo a los estatutos de la Comité Olímpico Internacional, hablan que las riendas de las federaciones y la CONADE están dirigidas por pendejos sin escrúpulos que solamente ostentan su plan de dirigentes por puro compromiso legal.
Pero no podemos pedir demasiado de una administración federal que designa a un hombre como Alfredo Castillo como el titular de la CONADE meses después de ser el mediador de la paz en Michoacán donde tampoco entrego cuentas claras de absolutamente nada; solo excusas, excusas y más excusas que han tocado fondo en el sentir de todo un país y ahora de los atletas mismos.
Pero no solo el presidente de la CONADE es el único culpable de esta masacre de sueños y aspiraciones. Los dirigentes de cada una de las federaciones, así como el presidente del Comité Olímpico Mexicano, Carlos Padilla, adolecen de la misma culpa al ser los causantes todos y cada uno de ellos, de los fracasos de los atletas en México. Debemos recordarle a estos señores, que más allá de viajar con novias y amigos a las justas deportivas, ellos son gestores también de recursos para el bienestar de los atletas que son los únicos que sudan la gota gorda en la cancha, duela, alberca,o gimnasio, algo que ninguno de ellos, al parecer, respeta en lo mínimo.
Fracaso total de unos juegos Centroamericanos en Veracruz. Atletas mexicanos como los niños Triqui de Oaxaca que juegan descalzos. Bredni Roque que tuvo que parchar su uniforme y disculparse en las redes sociales por tal acto. Rommel Pacheco que ganó medalla de oro en un campeonato mundial y tuvo que cantar su himno nacional a capela porqué la Federación Internacional de Clavados suspendió a México por fallar a un contrato y no realizar dicho campeonato o los arqueros mexicanos que tuvieron que pedir prestados uniformes para competir en un campeonato mundial por falta de recursos para comprar unos nuevos, son, por citar algunos, los enormes errores de una administración deportiva tan deplorable que da asco.
Los atletas mexicanos tienen que luchar contra el infortunio a muchas cosas; deben, al parecer, también luchar contra el desdén de sus dirigentes que prefieren echarse la bolita que asumir con el honor que se merece la responsabilidad de un fracaso monumental llamado Río 2016.
Los 145 millones de pesos que costó el preparar y enviar a nuestros atletas a Río 2016 se convirtieron en nada al ver que ni siquiera tenían uniformes decentes o en el peor de los casos dinero que probablemente ni siquiera se encuentra en Río. Debemos, como ciudadanos, tomar la responsabilidad de exigir cuentas claras de lo que sucede en cada una de las dependencias de gobierno y así ir ejerciendo lentamente nuestro derecho de pedir que se vaya el que no sirva. Tenemos como ciudadanos muchas responsabilidades en un país que crítica mucho por falta de resultados, pero hacemos poco al momento de solucionar.
Nuestros deportistas adolecen de muchas cosas que lentamente merman la fe, los sueños y las esperanzas de cada quien.
Hoy sucede en el deporte. Mañana sucederá con los maestros. Pasado mañana sucederá con los médicos. La semana que entra sucederá, probablemente, con nosotros mismos. El futuro de nuestro país siempre se verá nublado mientras no exista una planeación estratégica y compromiso gubernamental de establecer, designar y ejercer sin corruptelas los recursos públicos destinados para cada fin. Vivimos en un país donde nuestros dirigentes prefieren llenarse a manos llenas los bolsillos y dejar de lado la responsabilidad moral de cada objetivo. Vivimos en un país donde es más fácil darle un puesto al amigo, el hermano, el tío o el vecino que entregar esos recursos a lo que verdad importa.
Vivimos en un país donde hoy es el deporte, mañana podemos ser nosotros.
Hasta la próxima.

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