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Javier Duarte: De gobernador a mendigo
Por Edel López Olán

Ser político en México es una carrera destinada a un fracaso per sé. Todo joven aspirante debe aprender que su destino quedará marcado por la lamentable fama de sus antecesores. Las enormes tormentas de corrupción y malos manejos han orillado a la clase política a una incredulidad propia tan triste como nuestro país, cómo nuestras calles. En México, el ser político es sinónimo de una corrupción innata fuera de proporciones. Sus riquezas son alimentadas por el pueblo, y abonadas por el odio a la sociedad de una forma sin sentido y cruel con su mismo compromiso.

Veracruz no era la excepción. Un estado tan rico y variado se ha convertido lentamente en una zona de guerra y caos en todos los frentes. Las ejecuciones públicas se convirtieron en una preocupación menos para los habitantes de un territorio veracruzano tan desconcertado como moribundo.

El Partido Revolucionario Institucional nació en el fulgor de una batalla tan propia como profunda. Los aires de libertad y democracia convirtieron al partido en una dictadura perfecta que no conoce saciedad ni decoro. Es increíble que aún a pesar de todo lo que ha pasado, existan personas que defiendan lo indefendible de un partido que ha dejado tan poco terminando con la gracia de una entidad como la veracruzana.

Javier Duarte de Ochoa entró en un relevo sin precedentes; en una carrera por la gubernatura de uno de los estados más importantes a nivel nacional. Ex secretario de finanzas; se entendía que el personaje podría salir del lastre propiciado por él mismo ente mítico de Fidel Herrera y llevar al estado a una prosperidad “Adelante” como tan estúpidamente su eslogan de campaña anunció.

El tipo, como cualquier novio que corteja sin recelo, comenzó una administración que no varió mucho en sus colaboradores, solo metió la mano y revolvió los asientos de un lodazal de hampones que lentamente consumieron hasta el último recurso del estado más grande del país. Su primera plana, una cantidad sin precedente de dinero que viajaba de forma clandestina a otro estado por uno de sus colaboradores cercanos. La noticia no impacto al público. Sin embargo, fue el foco rojo de una mala noticia tras otra siguiendo perfectamente el dogma del presidente en una debacle de ideas completamente fuera de sí.

Como ciudadanos, estamos conscientes que la administración pública es complicada. Tener a todos contentos en un ambiente hostil es una misión imposible para cualquier persona comprometida con la sociedad, sin embargo, cuando tus intereses están más arriba de tus valores cívicos, la cosa se complica.

El gobernador del estado mancillo su nombre de una forma tan sistemática que provocaba miedo y burla. El tipo fuera de proporción, aseguraba que todo lo que sucedía alrededor era producto de mentes retorcidas que querían ver al estado en desgracia, cuando él con sus rabietas y decisiones provocó toda una mescolanza de incertidumbre y caos que nos han llevado a todos los veracruzanos a las peores fronteras del infortunio y la desesperación.

Deuda. Millones de pesos en empresas fantasmas que él y sus familiares son responsables. Asesinatos de periodistas al por mayor. Un estado en caos. Vidas desmembradas. Eso es el legado del peor gobernador de Veracruz. Por muchos años el nombre de Javier Duarte de Ochoa servirá solo como una burla a un partido y a una envergadura tan triste como su expresión día a día.

La labor de un gobernador es velar por el bien de un territorio estatal. Como estadista, tiene la imperiosa labor de convocar a todos los niveles de su administración a ir (paradójicamente hablando) adelante con todos los recursos disponibles, sea cual sea la proporción. La vida de un gobernante no debe ser sencilla. Tener los ojos colocados sobre ti en cada segundo con un escrutinio brutal de tus movimientos debe ser una carga inaudita de stress que cualquiera, en sus cinco sentidos, bloquearía. Un gobernante es, el representante que un pueblo escogió de manera democrática para representarlo, no para hacer la clase de porquerías que el señor Javier Duarte cometió.

Ahora, con su des afiliación al partido todos los veracruzanos nos preguntamos ¿y qué sigue? ¿Cárcel? ¿Pago de los daños realizados? ¿Una vida entera de trabajos forzados?

No lo sabemos. Nos preocupa vivir en un país donde la ley es tan lenta para actuar y tan rápida para tomar decisiones fuera de contexto. Esperamos que por primera vez nos convirtamos en una sociedad moderna y comencemos a juzgar a nuestros gobernantes del nivel que sea como una lección gráfica de que ya estamos hartos de toda esa porquería que se han dedicado a verter en nuestro territorio nacional.

Es triste ver a un tipo irse por la puerta del fondo. Es más triste que se va con las manos llenas de nuestro dinero y nuestras esperanzas. Es triste ver que nuestro estado es la burla de todo el mundo por culpa de un sujeto que paso de gobernante a mendigo de una forma tan deplorable como su administración.

¿Qué sigue ahora?, esperar y por primera vez tener fe en nuestras instituciones; el primer paso está dado en lo que probablemente sea un circo para medio salvar la cabeza del presidente, en un país, donde los gobernantes tienen solo una prerrogativa: Gobernar sus bolsillos más allá de los intereses de su pueblo.

Y eso…¡Es muy pinche lamentable!

Hasta la próxima.

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«La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza.»

Napoleón I (1769-1821)
Emperador francés.

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