La cancelación del embalse de toros en Tlacotalpan, en el marco de las festividades del Día de la Candelaria, fue una buena nota política de las autoridades veracruzanas hasta que la barbarie levantó la mano. Auspiciados por el mismo alcalde (que por cierto debe ser llamado ante el congreso por incumplir la ley) los tlacotalpeños se dedicaron, como cada año, en una costumbre estúpida, a torturar, vejar, y lanzar al río a 2 de los 10 toros seleccionados para ello. La falta de una autoridad, el negocio redondo entre comerciantes y políticos locales y la desidia en todos los sentidos, dieron la nota de nuevo en una tierra hermosa por su color y costumbres pero opacada por su poco sentido común.

Sigamos siendo un país que sea tratado como una horda de ignorantes por costumbres como estás. Sigamos siendo un país donde sigan siendo motivo de «felicidad» y «festejo» el sufrimiento y muerte de un ser vivo. Sigamos colocando, puño a puño, un metro más al muro de nuestra estupidez que está muy por encima de nuestras pretensiones como país de primer mundo.

Para el año que entra, si tantas ganas tienen de embalsar a un buey; embalsen a cualquiera de los idiotas que gritan, sonríen y celebran cuando un animal es torturado hasta la muerte. Ellos son los que merecen morir, no un animal que ni siquiera sabe que sucede.

Que pinche lamentable.

Hasta la próxima.