México está de pie

Por Edel López Olán

Nuestro país fue golpeado por una cruel ironía. La tierra nos sometió a su caprichoso carácter dos horas después de conmemorar y honrar a los miles de muertos por el terremoto del 85. Su fuerza, temible como siempre nos dejó en el piso, nos abatió haciendo evidente lo que siempre hemos sabido pero solamente entendemos hasta este momento: Somos muy pequeños ante la naturaleza.

Todos, olvidando cualquier tipo de indicación corrimos a las calles y observamos la desgracia. Las paredes crujían. El piso se movía de una forma criminal, y el polvo, evidencia del poder de la naturaleza, comenzaba a subir por nuestra consciencia.

Estábamos solos. Asustados. Golpeados en nuestra tranquilidad. Estábamos de rodillas contra el piso observando la destrucción a nuestro alrededor. Llorando. Sorprendidos. Aterrorizados.

¡No por Dios por favor! Se escucha a lo lejos.

A la distancia observamos entre la bruma de los escombros una sombra que escarba desesperada. Y de inmediato, nos sacudimos el dolor y vemos a lo lejos al primer hombre que levanta una piedra aún con lágrimas en los ojos por la sacudida; seguido por un pequeño que llama a sus amiguitos a ayudar. Ahí, en ese momento, nos dimos cuenta que la naturaleza no puede vencernos. Ahí, nos dimos cuenta que México está de pie.

De inmediato corremos junto a ese hombre y comenzamos a movernos. Comenzamos a apalear piedra por piedra lejos de nuestra desesperación. De inmediato comenzaron los gritos, la esperanza, los héroes anónimos, la vida.

México solamente fue sacudido por una fuerza que no puede explicar, pero su fuerza, como una forma de equiparar cargas, comenzó a levantar piedra por piedra una esperanza que solo nosotros podemos entregar. Las calles comenzaron a inundarse de ayuda que provenía de cada esquina. Los corazones encontraron ese impulso desde el dolor, desde la desesperación, desde la desgracia. Mano a mano, las personas comenzaron a escarbar en la oscuridad para encontrar vida, encontrar esperanza, encontrarse a ellos mismos desde cada uno de los momentos de desgracia.

México está de pie. Porqué hoy más que nunca demostramos ese nacionalismo que tenemos escondido para los mejores momentos. Hoy, demostramos que somos uno. Que nuestra fuerza transforma a México, fuera de todo gobierno, fuera de cualquier tendencia.

¡Sí. Estamos de pie!

Hoy hemos declarado al mundo que nuestro país no se vence. Hoy, todos estamos levantando cada piedra, sacando cada voz, levantando nuestra voz desde cada esquina.
Hoy, somos solamente una voz gritando: ¡Si se puede!

Hoy, México es uno. No se rinde.

México canta….¡No llores!

Hasta la próxima.

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«La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza.»

Napoleón I (1769-1821)
Emperador francés.

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