En 1967 Sidney Poitier, protagonizo una película épica; de proporciones inimaginables, y emotiva hasta la medula. El protagonista, un hombre frustrado que encontró en la docencia una forma de ayudar, encausar y sobre todo, inspirar a más de uno, con un metraje impresionante. Hoy, en Permanencias Voluntarias, queremos ocupar esté «ejemplo» para rendirle honor todos nuestros maestros; que si bien pasan por un momento social y laboral complicado, muchos de ellos viven para lo que más aman: La educación.
Honor a quien honor merece, y todos nosotros, en cualquier trinchera del país, estamos agradecidos con todos nuestros maestros.
Por eso…¡Al maestro con cariño!
¡Felicidades!


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