En tiempos en donde la empatía parecía haberse extinguido, el pueblo mexicano se vuelve vulnerable ante el dolor ajeno y extiende desinteresadamente su apoyo según sus posibilidades.
Es impresionante cómo los mexicanos nos condolemos ante situaciones que parecieran poner a prueba nuestra calidad humana, y sin cuestionarnos tanto al respecto, intentamos en nuestras posibilidades apoyar en lo que se pueda.
Definitivamente no son momentos de protagonismos, alevosías y mucho menos de aprovecharnos del dolor, de la angustia y el miedo de quienes se han visto tan desfavorecidos. Es la oportunidad de agradecer que podemos ser “humanos” y esforzarnos lo más que se pueda por ayudar.
A cada segundo vemos y oímos noticias que estrujan nuestro corazón, y aquellos que nos encontramos tan lejos del suceso, no nos queda más que creer en lo que los medios y las redes nos comunican, por tanto resulta inaceptable saber que también se lucre con este momento tan desfavorecedor para toda la humanidad.
Durante la cena de ayer, el más pequeño de mis hijos nos hizo algunas de esas preguntas que duelen mucho contestar por la crudeza de su verdad: -¿qué tan mal lo estarán pasando las personas mamá? ¿Qué si sienten frío? ¡A lo mejor están “cortados” con mucha sangre y dolor! Un silencio imperante vivimos su papá y yo antes de contestar, sin embargo, con nudo enorme en la garganta no pudimos hacerle creer otra realidad más la que se está viviendo, y algo de lo que pudo tranquilizarle fueron dos de las fotografías que han dado la vuelta en redes en donde cadenas humanas y perritos rescatistas están vaciándose por completo para poder llegar hasta donde haya vida.
Sin importar edad el corazón, los pensamientos, anhelos y oraciones se vuelven las variables que nos proponen como seres empáticos.
Nos indigna, nos hiere y agudiza el dolor que como mexicanos vivimos desde hace tanto tiempo el darnos cuenta una vez más, que nuestros representantes políticos se muestren tan indiferentes al dolor nacional, que los medios de comunicación busquen el “rating” en sus transmisiones, que algunas personas y asociaciones se beneficien sin otorgar un intercambio justo, que algunos de los que “más” tienen no son ni para llevar un taco a los que con sus manos están moviendo escombro para rescatar lo más valioso para muchos: vidas humanas y animales indefensos.
México, ¡no están solos! bajo el cielo infinito existen esas almas elegidas para trabajar en silencio buscando y anhelando encontrar, pidiendo el silencio que los haga escuchar ese diminuto sonido que les dé una esperanza de vida.
Actuemos con prudencia, aportemos eficiencia y eficacia; provoquemos el silencio que permita escuchar a los rescatistas los sonidos de esperanza…