Independencia alimentaria: ¿Es posible?

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Texto original Edmar Ariel Lezama (The Huffpost) 

Entre todos los temas que se están tocando en la campaña presidencial de México, el más reciente que está generando debate en medios de comunicación es el referente a la independencia o autosuficiencia alimentaria, propuesta hecha por el candidato Andrés Manuel López Obrador.

La primera respuesta contra dicha propuesta vino de parte del presidente del país, Enrique Peña Nieto, quien afirmó que la obligación de todo mandatario no es reducir la importación de alimentos del exterior, sino garantizar el abasto de los mismos.
Un país ganará más al exportar alimentos procesados que sin procesar, pues el proceso de producción es importante para que el bien final tenga un precio mayor y sea demandado con mayor facilidad durante el tiempo.

La idea de un país especializado explotando esa ventaja en un mundo globalizado parece funcionar de forma sencilla y adecuada, aunque la realidad es distinta cuando el análisis se empieza a hacer más complejo… y se añaden otros elementos al escenario de un país experto en producir y vender algunos cuantos bienes.

Para ejemplificar lo escrito en el párrafo anterior pensemos en factores como el mercado al cual el país está vendiendo, así como el bien que se está ofertando. No es lo mismo vender cárnicos, lácteos o granos a Estados Unidos que a China o Australia.

Si ponemos como ejemplo a México, las cifras de exportaciones presentadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestran que el 85% del total de exportaciones van a Estados Unidos. Mientras que los principales alimentos que le vende a su principal socio comercial son frutos y vinagre, los principales bienes alimenticios que el país compra son maíz procesado, carne de cerdo, leche procesada, trigo procesado y carne de pollo.
Por tanto, la lógica comercial dicta que México es experto en producir frutos y vinagre, mientras que Estados Unidos lo es en producir carne de cerdo y pollo, maíz, trigo y leche. Lo cual lleva a que ambos países intercambien entre sí dichos bienes y ambos ganen de ese intercambio.
Afirmar que lo escrito en el párrafo anterior funciona, y funciona tan bien que es imposible pensar en la independencia alimentaria, es desconocer el escenario completo de México y de Estados Unidos: mientras México vende prácticamente todo a su vecino del norte, Estados Unidos tan solo vende a México 15% del total de sus exportaciones. A la par que tiene más socios comerciales a los cuales oferta bienes de todo tipo (WITS, 2018).
Por lo tanto México vende bienes alimentarios únicamente a Estados Unidos con un bajo valor agregado, ya que no se encuentran procesados; Estados Unidos le vende a México (y a más países) bienes alimentarios procesados con alto valor agregado, por lo que ante un escenario de crisis económica mundial, Estados Unidos dejará de comprar esas frutas a México, ya que un país puede vivir sin frutas, pero no sin carnes o lácteos para alimentar a su población.
Si el escenario de crisis mundial se cumple y Estados Unidos deja de comprar frutas a México, ya que como país tiene otras prioridades, en ese momento México no tendrá el dinero suficiente para comprar en Estados Unidos (o cualquier país) los alimentos que necesita.

En México algunos quieren convencernos de que el libre comercio está contrapuesto con la autonomía alimentaria.

Otro escenario que no se está considerando es el de la dependencia perversa, es decir, al tener México un fuerte vínculo exportador con Estados Unidos, en cualquier tipo de negociación entre ellos Estados Unidos tendrá ventaja en todo momento. Pues es el único comprador de bienes alimentarios de México, y desde ahí se puede ejercer presión económica.

Los dos escenarios mencionados que pueden ocurrir en México a partir de la especialización exportadora de ciertos bienes pueden ser evitados a partir de tener un margen de maniobra que solo da la independencia alimentaria, tal como hacen los países desarrollados.

En México algunos quieren convencernos de que el libre comercio está contrapuesto con la autonomía alimentaria, sin meditar que el intercambio de mercancías no solo es vender por vender, sino entender que ese mismo acto es una acción política en donde países desarrollados pueden establecer mecanismos de dominación a naciones pobres. Por lo que la decisión de autosuficiencia debe ser considerada más allá de lo comercial.

 

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