A pesar de las promesas, la 4T ahora tiene que luchar contra dos enemigos: Su falta de memoria y la realidad nacional.
Por Edel López Olán (Permanencias Voluntarias)
Recuerdo muy bien esa tarde del 25 de mayo del 2018. El ahora presidente de la república les prometía a padres de familia, amigos y compañeros de los 43 de Ayotzinapa, que encontraría a cada uno de los jóvenes muertos esa fatídica noche de septiembre y aseguró que desde el primer día de su gobierno crearía una comisión para entregar los restos a sus familiares, y que velaría por el bienestar de los jóvenes normalistas de todo el país.
Sin duda, el presidente de la república, fiel a toda su parafernalia, seguía sin entender que profunda era la herida que abrió la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en la vena nacional. Después de tantos años el país sigue dividido entre las versiones de los que estuvieron ahí viendo en carne propia la muerte de sus compañeros, y la famosa «verdad oficial» que incluso ligaba a algunos de los jóvenes a grupos delincuenciales de la región.
En ese tiempo, el eterno candidato utilizaba la situación como un botín político y lo exprimió hasta que se cansó en contra del gobierno, usando la tragedia de los jóvenes como un corriente botín político mientras sus restos siguen dispersos en la memoria de la violencia en nuestro país.
El presidente estableció una interesante estrategia y le funcionó. Ahora como presidente ese fuego le explota en la cara y se convierte en esa cara factura que paga día a día gracias a la gran lengua que tiene.
Pero como decía mi abuela: «No es lo mismo ser borracho que cantinero»
Hace dos semanas, estudiantes de la Escuela Rural de Ayotzinapa intentaron tomar una de las casetas de cobro y se enfrentaron a por lo menos quinientos agentes de la Guardia Nacional que les impidieron el paso tomar las casetas, seguramente con una orden que vino desde lo más alto de la presidencia de la república. Los jóvenes, o quiero pensar que eran jóvenes, se envalentonaron como esa noche del 27 de septiembre del 2014 y secuestraron un camión de carga (También como aquella noche) y literal, lo lanzaron como punta de lanza en contra de las brigadas de la Guardia Nacional.
El hecho desafortunado enfunda de nuevo a los estudiantes de Ayotzinapa en esa piel de delincuentes, qué, de haber tenido consecuencias fatales, le hubieran dado la razón a muchos que siempre han sospechado de su inocencia en los actos de esa fatídica noche.
El presidente, fiel a su costumbre, culpo a todos: A los conservadores, a los estudiantes, a los medios de comunicación, a los padres de los normalistas y aseguró que los jóvenes actúan con base en su derecho a manifestarse y disentir, pero, ¿Y si hubiera muerto algún miembro del orden? ¿Si hubiera caído algún civil? ¿Si los estudiantes se hubieran puesto violentos y tuvieran que ejercer por parte del estado un acto de represión?
Pero ante los hechos y fiel a su costumbre el presidente Obrador siempre se sale por la tangente eludiendo su responsabilidad como jefe de estado por que obviamente el costo político es demasiado grande ante la revocación de mandato a la vuelta dela esquina y un hecho violento, le daría a sus «adversarios» la carne suficiente para pedir su cabeza en el siguiente ejercicio de popularidad corriente del presidente.
Un día después del enfrentamiento, los estudiantes normalistas se manifestaron y ofrecieron un mitin en Chilpancingo en el que aseguraron que fueron las fuerzas de seguridad los que comenzaron a agredirlos y cito:
“Nosotros íbamos a realizar una protesta pacífica y una jornada de información tranquila, fueron los policías los que siempre golpean a estudiantes, estudiantes que vienen exigiendo justicia por las caídas que hemos tenido. Nosotros somos una escuela de lucha, una escuela que no se queda callada, no se queda sumisa ante los atropellos del Gobierno”
Y como conclusión, los portavoces normalistas señalaron que dejarán en paz las casetas de cobro de las autopistas por el momento, pero siempre y cuando presenten a sus 43 compañeros con vida, una promesa del mismo presidente y no ha cumplido.
Nadie puede asegurar que el puesto de presidente es sencillo. Sin embargo, Lopez Obrador imprimió en la memoria colectiva que así sería y de nuevo, le falló. El presidente de república aun no entiende (y creo nunca lo entendió) que más allá de una lucha social por parte de estudiantes, lo que se cocina en la sierra de Guerrero es más que conciencia social y lucha por los desprotegidos y faltos de justicia, ahí, en ese mismo lugar donde caminan las almas de los 43, se mueven fuerzas que él y su gabinete conocen perfectamente, y que como siempre, deciden ignorar por el bien de la maldita 4T a pesar de que en su momento fueron sus aliados perfectos, y eso es muy lamentable.
Hasta la próxima.