Por Pablo Hiriart (El Financiero)
Hasta ayer en la noche, unos mil 500 soldados ucranianos aún resistían en la ciudad portuaria de Mariúpol. Son los que quedaban con vida. El Ejército ruso asesinó ancianos y mujeres, luego de bloquear su evacuación.
Las imágenes de cadáveres de civiles tirados en las calles de su ciudad son conmovedoras, y llenan de indignación para preguntar a los que respaldan a Putin en distintos países, México especialmente, ¿por qué lo hacen?
Deben dar alguna razón que tenga lógica para avalar esa barbarie. ¿Por qué?
Los legisladores de Morena, el Partido del Trabajo y el priista Augusto Gómez Villanueva, que al calor de la invasión formaron el grupo Amigos de Rusia, con la presencia del embajador ruso en la ceremonia, deben explicar por qué lo hacen.
Respaldar esa barbarie, desde la coalición gobernante en México, explica por qué se acepta la brutalidad dentro del país con “abrazos” y guiños a los criminales que viven su época dorada.
Deben dar un motivo, tan sólo uno, para dar su apoyo a que un país, Rusia, pueda atacar a otro, infinitamente más débil en capacidad militar, apoderarse de él y asesinar a la población.
¿Por qué los ucranianos no pueden vivir sin tener que matar o morir, por la decisión de un señor que vive en Moscú?
¿Qué tienen de humanistas los que apoyan eso?
Los hipócritas del mundo están más unidos de lo que creíamos.
Aquí en Estados Unidos el dictador ruso también tiene aliados, simpatizantes, que consideran “genial” la invasión a Ucrania, como dijo el expresidente Trump.
Otros no se atreven a decirlo en voz alta, pero lo apoyan. Comulgan con su tribalismo nacionalista y ven imparable la victoria global del populismo “sobre el establishment” (palabras conocidas, usadas por Marine Le Pen para felicitar a Trump en 2016).
En Francia tal vez gane el domingo Marine Le Pen, que es una admiradora de Putin y beneficiaria económica de su cercanía con él (digo tal vez, porque la moneda está en el aire, y después del voto por el Brexit y del triunfo de Trump en 2016, hay que esperar cualquier cosa. Los resultados, por lo menos).
Y México, ¿por qué?
Bueno, no es México el que apoya a Putin, sino los legisladores de la coalición gobernante, aunque nuestra representación en la ONU ha votado contra la invasión.
Mientras en el mundo diversos países ponen el nombre de Ucrania a calles y plazas para manifestar la solidaridad con un país víctima del terror del Ejército de Putin, en México los dos partidos gobernantes forman un grupo de solidaridad… con el invasor.
Las calles donde está la embajada rusa en las capitales de Lituania y Albania –Vilna y Tirana– ahora se llaman Ucrania (en la Ciudad de México, como en muchas otras del mundo, hay un parque con el nombre de Lídice –en San Jerónimo–, en honor a la ciudad checa que fue destruida durante la ocupación nazi, donde mataron a todos).
Vi las imágenes y leí crónicas del funeral de un soldado ucraniano en un pequeño pueblo a orillas del río Dniéper, frente a una planta nuclear ocupada por los rusos. Vacheslav Vacheslavovich se llamaba el joven oficial.
El ataúd estaba abierto, su rostro juvenil a la intemperie, caía nieve, una bandera de Ucrania le cubría del pecho a los pies, y le acompañaban algunos de sus compañeros, su madre y su esposa, abrazadas.
Ivanna Dimova, su mujer, dijo que fue un consuelo ver su cara: “Cuando me dijeron que le explotó una mina, tuve miedo de que me entregaran un ataúd cerrado. Viviría pensando que él no estaba ahí, que tal vez lo tomaron prisionero. Vivió y murió como un héroe. Mientras yo viva, mientras su familia viva, su memoria también vivirá”.
Su madre, Alla Dimova (la gente tiene nombre y apellido), lloraba de impotencia: “Yo no lo di a luz para la guerra, sino para una vida pacífica con una esposa, con hijos… Nunca pensé que pasaría algo así. Se han llevado lo último que tenía. Mi sangre, mi hijo amado. Se llevaron a mi angelito”.
Así hay miles de relatos e imágenes.
Los integrantes de la brigada que cometió crímenes de guerra en Bucha fueron condecorados por el presidente Vladimir Putin, entre otras atrocidades, como asesinato de civiles con las manos atadas a la espalda y tiro de gracia, violaron a 25 niñas menores de 14 años, que tuvieron encerradas durante un mes que duró la ocupación.
Por eso la insistencia en preguntar a los que apoyan esa barbaridad: ¿por qué lo hacen?
Tienen que decirlo.