Reforma, la principal avenida de la CDMX, una palma que se volvió icónica del lugar, un punto de referencia y parte del paisaje urbano de nuestra capirucha nacional.
Un día, nomás de pronto el gobierno de Claudia Sheinbaum, entiéndase parte de la conocida “Cuarta Transformación”, movimiento liderado por el presidente López Obrador, dijo que la dichosa palma sería retirada, según porque un grupo de expertos decían que estaba malita y que luego de cien años pues ya había que quitarla y luego de, según una “consulta ciudadana”, donde después de algunos años sabemos que ese término se limita realmente a una decisión particular de quien esté gobernando, entiéndase “por los huevos de alguien”, se decidió que lo mejor era ahora plantar un ahuehuete para cubrir el espacio dejado por la palma que aguantó tantos años.

A los meses de plantado, las cosas no marchaban bien para el ahuehuete, ya que comenzó a secarse, la gente se daba cuenta y señalaba fallas por parte de quienes se encargaron de plantarlo, mientras el gobierno de la CDMX se encargaba de decir “que era parte del proceso de adaptación del árbol”. El tiempo ha seguido transcurriendo y el ahuehuete simplemente no reverdece, sino que cada día luce más y más deteriorado, mientras el gobierno de la CDMX insiste e insiste en que sigue vivo y rebrotará (una manera delicada de no aceptar su error de poner un ahuehuete en el sitio), pero la mera neta, como dice la canción “ese compaaa ya estáaaa mueeertooo, nomás no han avisaaaadooooo…”.

Ahora, sucede que érase que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, había una ministra que concluía su periodo en el cargo y su lugar debía ser ocupado por otra ministra, entonces, ya en 2019, en tiempos de la ya citada “Cuarta Transformación” correspondía a su mismísimo fundador, Andrés Manuel López Obrador, ya con la banda presidencial encima, el nominar una terna, dentro de las cuales sobresalía el nombre de una jurista llamada Yasmín Esquivel, cuestión que desde el momento de ser propuesta despertó la polémica bajo el argumento de estar dentro de un conflicto de intereses al ser la esposa del Ingeniero José María Riobóo, dueño de la constructora que más se benefició de contratos de obra pública durante las administraciones de la CDMX (entonces Distrito Federal) de López Obrador y su ahora secretario de Relaciones Exteriores y estrella de Tik-Tok, Marcelo Ebrard, lo cual convertía su perfil en una persona cercana a la figura presidencial, lo cual generaba dudas de su autonomía al interior de la Suprema Corte. Pero como sabemos que teniendo mayoría en ambas cámaras a MORENA y la 4T las limitaciones legales son como servilletas cuando se te acaba el papel higiénico, su nombramiento pasó y la señora consiguió su silla en el máximo tribunal del país, FUE PLANTADA con miras a planes más grandes.
En momentos de la pandemia, cuando todavía no llegaban las vacunas contra Covid-19 a México, la ministra Esquivel fue tema de conversación al viajar a Estados Unidos para ser vacunada y para lo cual consiguió una matrícula consular, documento que se otorga a residentes mexicanos en el extranjero y que los consulados de México en Estados Unidos exigen ahora para vacunar a los migrantes en dicho país y que no podría haber tramitado al residir en la CDMX, donde se encuentra la Suprema Corte, su lugar de trabajo, para que me entiendan, HIZO TRAMPA.

Con este antecedente pasamos a lo mero sabroso del tema, ya que a finales de 2022, el entonces ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar debía dejar su cargo y habría que elegir a un nuevo titular, es aquí donde el nombre de Yasmín Esquivel comenzó a sonar para el puesto y con ello poner en duda la autonomía del Poder Judicial dada su cercanía con el titular del Ejecutivo, quien seguramente ya se frotaba las manos creyéndose dueño de la Corte, pero no contaba con un pequeño imprevisto.
Días antes de la elección del nuevo ministro presidente, surgió un reportaje que en resumidas cuentas señala que la tesis con la cual la ministra Esquivel consiguió su licenciatura en Derecho por la UNAM fue un plagio, una copia de otra tesis presentada anteriormente y así, en la deshonestidad, ha ido labrando una carrera en el ámbito judicial, mientras las pruebas seguían surgiendo, la ministra se defendía con lo que podía, hasta con mentiras, total, ya encarrerado el ratón…
Pero ¿qué hacía quien la propuso para el puesto? Exacto, la defendía diciendo que era una persona honesta, leyéndose entre líneas “el arbolito que yo planté en la Corte está bien, déjenlo crecer”.
Los días pasaron y la presión social y mediática fue tal que no fue Esquivel la elegida para presidir la Corte, pero el chisme seguía y seguía hasta el punto en que la misma UNAM señaló que en efecto el plagio era verdadero, pero la ministra ahí sigue y quien la plantó continúa defendiéndola por las mañanas, pese a que el arbolito que plantó en la Corte sigue y sigue como el ahuehuete de Reforma, de pie, pero muriendo por dentro cada día un poco más, simplemente esperando a que sea arrancado de su sitio.
Lo que nos queda claro es que la 4T es pésima para plantar arbolitos sanos.