Por Edel López Olán
Según Jean Paul Margot, de la Universidad del Valle en Colombia, la felicidad no se reduce al bienestar afectivo de un organismo adaptado a su medio, por lo tanto, el hombre debe reflexionar para construir su vida según unos valores. No puede desatender ni su libertad, ni su responsabilidad ante el compromiso voluntario de su acción. Ser feliz supone que el hombre sea capaz de lograr un equilibrio que supere sus contradicciones y sus conflictos. Si el hombre quiere ser feliz, no debe olvidar que la felicidad es el resultado de una conquista primero sobre él mismo y luego sobre un mundo en el que debe tener en cuenta no solamente las fuerzas naturales, sino también a los demás hombres.

Entonces… ¿Por qué buscamos la felicidad?
La felicidad es el bien supremo o un fin final que perseguimos. Es aquello que no se busca para alcanzar otra cosa, sino que es apetecible siempre por sí mismo y jamás por otra cosa. Parece que la felicidad se convierte en ese deseo intangible de sentirse plenos y “llenos” ya que la escogemos siempre por encima de todo; es decir, por sí misma y jamás por otra cosa (a diferencia del honor, la riqueza y el placer, que se escogen deseando encontrar en ellas la felicidad), por lo tanto, la autosuficiente es aquel que se torna amable la vida, y eso también es la felicidad.
La revista psycology today asegura que cada individuo tiene una experiencia única de la vida. Pero en promedio, la felicidad sigue una trayectoria particular. La satisfacción con la vida tiende a comenzar bastante alta, bajar en la edad adulta hasta la mediana edad y luego a subir de nuevo a lo largo de la vida posterior. Las relaciones, el empleo, las finanzas y más juegan un papel en cómo la felicidad fluye con el tiempo.
Por ejemplo, La gente a menudo se preocupa de que la felicidad disminuya con la edad, pero en realidad no es el caso. Según el estudio, “Do Humans Suffer a Psychological Low in Midlife? Two Approaches (With and Without Controls) in Seven Data Sets” publicado en el National Bureau of Economic Research asegura que existe una ligera caída general en la felicidad entre los 20 y los 70 años: en una escala de 1 a 10, la satisfacción promedio con la vida pasó de 5.8 a 5.4.
La curva de la felicidad se refiere a la trayectoria que la felicidad tiende a seguir a medida que envejecemos. Las personas comienzan felices. Alrededor de los 18 años, su felicidad comienza a disminuir, alcanzando un punto bajo en sus 40 años. Pero después de los 50 años, la felicidad comienza aumenta de nuevo. Esta curva de felicidad en forma de U ha surgido consistentemente en grandes estudios de sociedades occidentales.
Las encuestas del estudio preguntaron por la felicidad según sus diferentes formas. Algunas se centran en términos de “satisfacción”. El estudio revela que los humanos experimentan una baja psicológica durante su ‘edad media’”. Las causas exactas de esto no están del todo claras. Pero, una explicación común es que, en los países más desarrollados, esa “edad media” es un tiempo particularmente estresante. La gente alrededor de los 50 años está usualmente en el punto más alto de sus carreras (con todos los dolores de cabeza que eso conlleva), y muchos están lidiando con hijos adolescentes.

Pero… ¿Se puede ser feliz todo el tiempo?
Los seres humanos no podemos ser felices todo el tiempo. No somos como animalitos que solo movemos la cola ante la mínima reacción, nosotros nos guiamos por dos «engaños» llamados pasado y futuro, según el profesor de psicología social y de la evolución Frank T. McAndrew. Por un lado, recordamos más vívidamente las malas experiencias. Esto es un mecanismo de defensa y aprendizaje para evitar lo que nos hizo daño. Pero, al mismo tiempo, tendemos a pensar que el pasado siempre fue mejor, porque distorsionamos los recuerdos. Es un fenómeno llamado memoria ilusoria, que nos lleva a adornar y confundir recuerdos para hacerlos mejores que lo que realmente vivimos.
Por otro lado, tenemos la esperanza de que el mañana será mejor, que nos apuntaremos al gimnasio y allí perderemos 16 kilos en un día, conoceremos a la persona soñada y, al salir motivado por todo ese “Nuevo yo” junto a decenas de personas que nos adoran mientras el viento nos hace caer en la cara un boleto premiado de la lotería que nos hace ganar millones de dólares y…¡pum!…¡La vida solucionada!, vaya, creamos en nuestra mente una ficción tan necesaria como la memoria para poder evadir el presente, por lo tanto, según McAndrew, nuestro cerebro siempre jugará con nuestra felicidad de una forma que las “realidades” que entrelazamos nos dan una felicidad importante, pero al mismo tiempo, fuera de si.
Muchas personas aseguran que los bienes materiales son portadores de felicidad, y para darnos cuenta que ni todo el dinero puede hacernos felices, el estudio “Lottery winners and accident victims: ¿Is happiness relative?” publicado por la asociación americana de psicología en 1978, descubrió que esa teoría no es del todo cierta. Basándose en dos grupos de personas “ganadoras”, uno de ellos ganadores de la lotería y las otras personas supervivientes a terribles accidentes con secuelas. El estudio determino que, según la perspectiva, los pequeños placeres del día a día, los supervivientes de la tragedia eran un poco más felices que los ganadores de lotería.
En el otro grupo, los ganadores de la lotería, al poco tiempo de obtener el premio (unos 18 meses), volvían a sus niveles normales de felicidad y satisfacción. Gracias a un mecanismo llamado «adaptación hedónica». La euforia de haber conseguido algún objetivo en la vida, sea el que sea, se desvanece en poco tiempo por varias razones uno de ellos, la repetición de esas experiencias positivas se convierte en rutinarias al poco tiempo.
Y es que a pesar de que muchas personas aseguran que los bienes ostentosos son parte de la felicidad el estudio asegura que, de nuevo, la felicidad es cuestión de perspectiva.
Podemos definir que la felicidad se distribuye en tres clases: la exterior, la del alma y la del cuerpo; la del alma son los bienes de máxima propiedad. Ya que la felicidad consiste en las acciones y operaciones del alma, lo cual concuerda con que el hombre feliz es el que vive bien y obra bien. A grandes rasgos la felicidad es una especie de vida dichosa y de conducta recta.
Aristóteles considera que tal bien es una operación, la más propia del hombre y no una posesión de un bien externo o una operación de las facultades superiores. Con ello se descarta que la felicidad sea la riqueza, el placer, etcétera. Dicho en palabras de este filósofo: El bien humano resulta ser una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según la mejor y más perfecta, y todo esto es una vida completa
Por ejemplo, para muchos, caminar descalzo por la playa. Un café caliente al despertar. Un buen libro junto a la chimenea. Un beso en la frente. Improvisar. Que te digan que se acuerdan de ti. Planear un viaje. Un concierto. Que te olvides hasta del móvil. Una sonrisa correspondida. Sentirse en casa, son una forma de felicidad.
Para otros, tener millones de dólares en una cuenta para poder realizar sus sueños es la otra parte de esa felicidad que necesitan, de nuevo, perspectivas.
Ambos son felices. Ambos mantienen esa curva. Ambos se sentirán, en algún momento, infelices de nuevo.
¿Cómo encontrar la felicidad?
Si pensamos en qué nos hace realmente felices la respuesta seguramente sea un sentimiento: estar a salvo y en paz. Y, teniendo en cuenta que pasamos el 68,7% del tiempo entre cuatro paredes, donde comemos, dormidos, limpiamos, nos reunimos y ahora hasta trabajamos, el hogar tiene que ser el mejor oasis para estar con las personas que queremos.
Es la tesis expuesta por Meik Wiking, director ejecutivo del Instituto para la Búsqueda de la Felicidad de Copenhague e investigador en la Base de Datos Mundial de la Felicidad y autor del éxito en ventas “Hygge, el arte de encontrar la felicidad en las pequeñas cosas”, proporciona consejos muy simples, basados en las tradiciones de su país, para crear una atmósfera acogedora en tu hogar donde podrás, según ciertas pautas y sin importar las dimensiones de la vivienda o el presupuesto para decorar.
Hygge, se traduce como «acogedor», es una actitud total ante la vida. Es un concepto nórdico que entre otras cosas ayudó a Dinamarca y Finlandia a superar a Islandia y Suiza en el ránking los 10 países más felices del mundo.
«Diseñar tu hogar hygge es imaginar qué actividades pueden desarrollarse en él que tengan un efecto positivo en tu bienestar y, después, darle forma al espacio donde vives para conseguir que eso suceda», define Wiking, quien lo tiene bien arraigado en el ADN.
Según un nuevo estudio del Instituto de la Felicidad en Copenhague, dirigido por Wiking, para que un hogar funcione hay que tener en cuenta aspectos como la luz natural, los colores que predominan o la comodidad. Todo ello, para celebrar el aquí y ahora a la manera danesa.
Es importante no ver los estudios de Wiking como un listado de tareas que hacer y cosas que comprar, sino como un catálogo donde buscar la inspiración y así diseñar, organizar y mantener los espacios es la clave para ser feliz en ellos. Necesitamos aceptar que los espacios y los lugares pueden tener un efecto positivo en nosotros. El investigador asegura que un hogar estimulante puede llevarnos, incluso, a conversaciones más sustanciales y relaciones más sólidas. La luz natural es vital para el bienestar, la pieza clave a la hora de diseñar un espacio feliz, admite Wiking, recordando la necesidad de vivir acorde a los ritmos circadianos. Colocar los muebles cerca de la ventana ayuda a empaparte de luz. «Básicamente compórtate como un gato. Si hay una rayita de luz, siéntate ahí».
El propósito de este podcast probablemente ni siquiera es encontrar la fórmula de felicidad, es, sin lugar a dudas, una especie de ventana para indagar más sobre cómo puede usted buscar la felicidad de la forma que sea en cualquier espacio o momento, donde, sin pensarlo, puede cerrar los ojos, respirar profundo y ser feliz, a pesar de un mundo adversó, donde el único propósito que tenemos es ser felices.
Hasta la próxima.
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