Ilusión monetaria


Por Macario Schettino (El Financiero)

En economía, se le llama “ilusión monetaria” a la posibilidad de que las personas crean que son más ricas porque tienen más dinero, sin percibir que ese dinero puede valer cada día menos. Técnicamente, que las personas responden a los términos nominales, y no reales, en los precios. Para la mayoría de los expertos, la ilusión monetaria no existe, y las personas sí reaccionan al “precio real” de los bienes y servicios, es decir, pueden descontar el efecto de la inflación. Tal vez esto sea cierto para los comerciantes, acostumbrados a mantener la relación de los precios en la mente, pero dudo que funcione para la mayoría de las personas, al menos por un tiempo largo.

Es un tema que se discute cuando la inflación crece, como ha ocurrido ahora, y seguramente provocará algunas argumentaciones en medios especializados. Para quienes tienen cierta edad y les tocó al menos parte de la inflación rampante entre 1970 y 1988, es claro que, tarde o temprano, las personas empiezan a ver más claramente el “precio real” de las mercancías.

Creo que puede extenderse este concepto un poco, para entender por qué funciona el populismo. Si las personas no son capaces de percibir que algo que les regalan en realidad les está costando, pueden seguir agradecidos por mucho tiempo. Ese fenómeno lo vivimos por mucho tiempo en México, con una política social asistencialista que no ayudaba a las personas a vivir mejor, pero les hacía imaginar que se les atendía. Después de que quedó claro que con ese tipo de política social nadie resultaba beneficiado (salvo los populistas, claro), el gobierno mexicano empezó a tomarse en serio su papel, y a construir programas sociales verdaderamente útiles, con padrón de beneficiarios, objetivos claros, evaluación, etcétera. Llegamos a colocar dos de esos programas como ejemplo mundial: Progresa-Oportunidades-Prospera y el Seguro Popular.

Ambos fueron destruidos por el actual gobierno, que regresó a la política asistencialista para poder comprar votos, como claramente lo ha dicho el mismo Presidente. Sin embargo, ese regalo de dinero que hacen, especialmente a la tercera edad, y en menor medida a niños y jóvenes, para poderse financiar ha requerido destruir programas: estancias infantiles o escuelas de tiempo completo, y llevar al borde de la inanición a otros: vacunación infantil, atención médica, dotación de medicinas.

Esto significa que una persona mayor, que hoy recibe 2 mil 400 pesos al mes, ya no tiene medicinas en su centro de salud, y las tiene que comprar. Si las encuentra, son más caras que antes, porque la inflación existe. También es más cara la comida (14 por ciento, al cierre del año), de manera que, aunque reciben un dinero que antes no tenían, su situación puede ser peor que antes: con menos comida, menos atención médica, con nietos que no se vacunan, con otros que ya no aprenden nada en la escuela…

Si no hay ilusión monetaria, entonces todas estas personas sabrían que las están engañando. Pero aun si la hay, como creo yo, es un fenómeno de corta duración. Con cierta rapidez, las personas se dan cuenta de que no están viviendo mejor, de que les está costando más trabajo, y será cosa de tiempo que asocien eso con lo que ya vemos más de la mitad de los mexicanos: este gobierno es un fracaso.

Por eso 2023 puede ser realmente difícil para López Obrador. Más allá de las dificultades políticas que hemos comentado en otras ocasiones, una economía estancada, con inflación importante en alimentos, hará evidente muy rápido el gran costo que tiene, para los más pobres, esa política clientelar que a él le fascina. De ahí a aceptar que es un embustero, faltará muy poco.

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