Ahí les hablan

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Por Leonardo Kourchenko (El Financiero)

Tarde o temprano, todo termina por saberse, por revelarse el contenido de una reunión privada o confidencial, por difundir o filtrar lo que verdaderamente se dijeron dos líderes de Estado.

Donald Trump, y su derruida credibilidad, declara que “dobló” al Presidente mexicano al amenazarlo con aranceles si no modificaba su política migratoria y detenía a los migrantes.

En realidad ya lo sabíamos. Lo supimos desde que el presidente López Obrador desplegó más del 30 mil efectivos militares, marinos y soldados para resguardar las fronteras de México: la norte, con Estados Unidos, y la sur, con Guatemala.

Llevamos 3 años de abyecto servicio al gobierno estadounidense, que aquí el triste canciller disfraza de patriotismo.

Revisemos: fue la inefable Olga Sánchez Cordero, su entonces director del Instituto Nacional de Migración y el propio Presidente, quienes hicieran declaraciones extraviadas a principios de 2019 afirmando que “los hermanos centroamericanos eran bienvenidos” y que se les brindarían todos los apoyos para que en su recorrido y caravanas por México pudieran transitar en paz hacia Estados Unidos. Las declaraciones existen, las decisiones se tomaron, las caravanas cruzaron por territorio nacional y se les brindaron albergues, transportes, ayuda alimenticia y sanitaria.

Todo era muy bonito e irresponsable, hasta que Trump, furibundo, decidió apretar las tuercas.

Es decir, este gobierno abrió la frontera de par en par, jugando a la fraternidad latinoamericana, e ignorando el enorme problema que arrojaba a la frontera norte. Producto de la torpeza política y diplomática, pero también de esos absurdos sentimientos de legitimidad de pueblos hermanos.

Todo duró bastante poco, porque la amenaza de Trump fue enérgica y provocó que nuestro “nacionalista” Presidente doblara las manitas en menos que canta un gallo o grazna un ganso.

Los centroamericanos fueron detenidos a costos mayores, miles de inmigrantes intentando cruzar, soldados, marinos y la recién inaugurada Guardia Nacional hizo su debut para custodiar, con mucha amabilidad y cortesía de escudos y vallas, a los migrantes.

En el norte impidieron nuevos cruces y empezar a recibir a todos los deportados que EU enviaba de regreso.

Fue un acuerdo sensato y respetuoso, dijo AMLO entonces, con el apoyo irrestricto de Marcelo Ebrard.

En los hechos Trump había conseguido, con un poco de presión –todo su estilo–, que alguien más la hiciera el trabajo sucio. De los patéticos discursos de la fraternidad de Olga Sánchez y el despedido Tonatiuh, pasamos a militarizar las fronteras para complacer al energúmeno de la peluca platinada.

Ese mismo que llamó a los mexicanos delincuentes y violadores, ese que le cae muy bien al Presidente mexicano –según su propia declaración de este lunes–, pero eso sí, envuelto en la bandera, “no permitiré que usen a México como piñata”.

Trump usó a México como piñata toda su campaña en 2015 y 2016. Insultó, agredió, humilló y AMLO hasta escribió uno de sus innumerables pero inútiles libros, para decir cómo él –a diferencia de los desatinos de Peña– nos defendería de ser vilipendiados por el presidente americano.

¿Qué pasó? Cuando le llegó su turno cedió ante las presiones, aceptó las condiciones, suavizó el discurso y hasta al besamanos fue a Washington cuando Trump buscaba su reelección. Ningún presidente mexicano se ha colocado en una posición más abyecta y servil con la Casa Blanca en la historia moderna.

Es cierto que Trump está en campaña o permanece en ella para mantenerse vivo en el escenario político americano; es cierto también que ningún tema como el migratorio incendia más a los conservadores estadounidenses; Trump utiliza esto como un ariete en contra de los demócratas y la administración Biden, que ha fallado en contener la migración. Todo es verdad.

Pero también lo es, señor Ebrard, que ustedes se pusieron de rodillas, concedieron las exigencias que pedía Trump y su gobierno, con un costo aún no aclarado a los mexicanos: ¿cuánto nos cuesta mantener a 28 mil efectivos en las fronteras?

En los hechos, México se convirtió en el muro de Trump que contuvo caravanas y decenas de miles de inmigrantes hacia Estados Unidos.

No propuso el gobierno mexicano ningún acuerdo migratorio; no colocaron en la agenda binacional la retasada reforma integral migratoria que el Congreso estadounidense ha postergado por casi dos décadas; no pidieron visas temporales de trabajo, permisos especiales o familiares de cruce.

En un ejemplo patriotero más que patriótico, se rindieron ante la voluntad del vociferante “amigo de López Obrador”, con la dignidad y el respeto pisoteados.

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